HISTORIA DE LAS ARTES VISUALES II
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Devoción Moderna y Renacimiento Flamenco
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Isabel Piave
2015
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Universidad Nacional de las
Artes
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El movimiento
espiritual Devotio Moderna y su relación con el Renacimiento
Flamenco
Breve contexto histórico-
cultural
En primer término cabe
señalar que en los países de Europa septentrional se conservaban los ideales
y formas caballerescas con una fuerza que ya habían perdido o quizás nunca
habían conocido en Italia. Tal vez puede buscarse su causa en que las ciudades flamencas,
a diferencia de las italianas, surgieron en su mayoría al amparo de
emperadores, reyes o nobles como, por ejemplo, Felipe III “El Bueno”, duque de
Flandes.
Entre todas las ciudades nórdicas, la ciudad de Brujas
fue la más suntuosa y cosmopolita hasta el fin del siglo XV. Su situación
privilegiada la transformó en lugar de cita de mercaderes europeos y
especialmente italianos. A sus ventajas geográficas y económicas agregó la de
convertirse en la residencia permanente del duque Felipe el Bueno a partir de
1419, año en que trasladó la capital de
su ducado de Dijon (Francia) a Brujas. Desde ese momento la ciudad pasó a ser
la capital de los estados que el señor de Borgoña (Felipe el Bueno) reunía bajo
su dominio (Brabante, Limburgo, Namur, Luxemburgo, Holanda y el norte de
Francia)
La corte de Borgoña era uno de los más exquisitos
reductos de costumbres caballerescas, un mundo nostálgico e irreal que se
debatía y a veces pactaba con una visión del mundo real, pragmático,
racionalista de los burgueses.
Asimismo, en el plano espiritual, “los pueblos nórdicos habían diferenciado poco a poco su idea de Dios
en relación con los italianos: habían cambiado el sentimiento de la
omnipresencia divina en la naturaleza por la creencia en un Dios personal,
íntimo, que habita en las profundidades del alma”. (1)
Por otra parte los flamencos y alemanes solían
contraponer su piedad y devoción al “paganismo” de los italianos.
El deseo generalizado de trascender los numerosos
ritos y ceremonias eclesiásticas, la voluntad de establecer vínculos más
auténticos y directos entre los fieles y Dios sin la mediación autoritaria del
clero y la necesidad de espiritualizar la vida religiosa, constituyen los
principios fundamentales de los movimientos de reforma, ortodoxos y los
considerados heréticos, que se esbozaron o fueron llevados a cabo parcialmente
alrededor del año 1400.
Devotio Moderna
En éste contexto a fines del siglo XIV surge en los
Países Bajos septentrionales un movimiento espiritual autodefinido Devotio Moderna (Devoción Moderna)
impulsado principalmente por obra de Gerardo Groote (Deventer,Holanda,
1340-1384) que pretendía “dejar bien en
claro que se intentaba buscar una
elevación en la práctica religiosa a la vez que era preciso buscar superar las
limitaciones de la escolástica y también las meras normas litúrgicas”. (2)
Gerardo Groote fundó una pequeña sociedad de hombres
piadosos (de muy variada condición ya que entre ellos había clérigos y laicos
que no profesaban votos monásticos), llamada “Congregación de los Hermanos de
la Vida Común”, que se propusieron reencontrar la pureza del cristianismo
primitivo en la vida sencilla dedicada al trabajo común y a la meditación. Fue
una institución novedosa que no quería
ser una orden monástica, y que aspiraba a realizar el ideal de la iglesia de
los tiempos apostólicos y que muy pronto extendió sus fundaciones a varias
ciudades de Holanda y el sur de los Países Bajos.
La espiritualidad de los Hermanos, que cultivaron la Devotio Moderna, estaba centrada en la
humanidad de Cristo, y por ello consideraban que el hombre debía vivir éticamente con el fin de imitar sus ejemplos.
Thomas de Kempis (1380-1471) fue la figura más
representativa de ésta corriente espiritual y la que ejerció mayor influencia.
Es el autor de “Soliloquio del alma” y la “Imitación de Cristo“, el libro más
difundido después de la Biblia.
Kempis resumió el ideal de aquella “sencilla ciencia
de vivir y morir”:
“¡Oh que saludable, que grato y
dulce es descansar en soledad y callar y hablar con Dios!”(3)
Frente a una mística de carácter especulativo, de tipo
intelectual, la Devoción Moderna fue considerada una devoción del corazón que
no es especulativa sino que surge del interior del propio individuo, siendo más
subjetiva y marcadamente afectiva.
En la nueva espiritualidad se destaca la lectura de la Biblia, la oración metódica,
el examen de conciencia y la meditación. Los Hermanos de la Vida Común
rechazaban pedir limosna como los frailes mendicantes; buscaron su modo de vida
en la copia y edición de manuscritos.
La Devotio
Moderna estimuló una religión de carácter más privado, una relación íntima
y personal con Cristo propiciando la creación de pequeños retablos y tablitas
fácilmente adaptables a los recintos de las capillas privadas o al interior de
las casas burguesas, pudiéndose mover según las necesidades de su propietario.
Este aspecto es un rasgo esencial de buena parte de las imágenes flamencas ya
que también facilitaba el transporte de la obra por motivos comerciales.
Así el cuadro de caballete, la pintura sobre tablas de
pequeñas dimensiones se imponía a comienzos del siglo XV en las ciudades
flamencas.
El movimiento espiritual de la devoción moderna
floreció especialmente en el siglo XV difundiéndose por diversos países del
norte de Europa. Las escuelas que fundaron los Hermanos de la Vida Común se
hicieron famosas por sus altos estándares de calidad. Muchos de los grandes
humanistas del Renacimiento estudiaron allí, como Erasmo de Rotterdam y Nicolás
de Cusa, también Lutero y Calvino (iniciadores de la Reforma Protestante)
pasaron por sus aulas e Ignacio de Loyola (fundador de la Orden de los
Jesuitas).
En el siglo XVI empezó a declinar hasta desaparecer o dejarse absorber por
otros nuevos movimientos de reforma. Algunos investigadores han visto en el
luteranismo y el calvinismo una influencia de la Devotio Moderna.
Las imágenes y las escenas sagradas de la pintura
flamenca representadas con la autenticidad de las expresiones y de los dramas
humanos, debían inducir la emoción religiosa que hiciera comprensible los
misterios de la fe para el hombre corriente.
El pintor Rogier van der Weyden(1400-1464), discípulo
de Robert Campin(el supuesto Maestro de Flémalle) adaptó las conquistas de Jan van Eyck a las
exigencias de aquella nueva religiosidad
que descubría a Dios en el interior de los hombres. Su virtuosismo técnico
profesional fue comparable al de Van Eyck; pero “mientras Van Eyck creó un arte intencionalmente conceptual y elitista, donde su visión del
mundo era objetiva y distante (tanto en el retrato como en los temas
religiosos), Van der Weyden la dotó de una expresividad emotiva acorde con el
espíritu de la Devotio Moderna, haciéndola asequible por su poder comunicativo
más inmediato a la sensibilidad de un mayor número de espectadores”. (4)
En el “Descendimiento
de la Cruz” del Museo del Prado (pintado alrededor de 1440) Van der Weyden supeditó
los elementos visuales a una finalidad expresiva. En la composición destaca la atención prestada a la actitud y
gestos de todos los protagonistas, dispuestos de manera que configuran una
composición cerrada, las figuras, de tamaño cercano al natural resaltan sobre
un fondo dorado; si bien el espacio es tridimensional queda reducido a un
ámbito abstracto, otorgándoles a las figuras, en la cercanía con el fondo, una
monumentalidad trágica que intentan guiar al espectador a sentir el drama por
la muerte de Cristo.
El pintor flamenco del “Descendimiento” pareció estar
espiritualmente próximo a la devoción moderna logrando de éste modo que la
pintura flamenca hallara las soluciones que requería la religión interior.
Italia y Flandes
En la transición de la pintura gótica al Renacimiento,
la representación de la historia sacra afectaba, por un lado, a la realidad
religiosa y, por otro, a la relación con la vida cotidiana de los burgueses ya
que el laico devoto quería saber sobre el martirio y la muerte de Cristo más de
lo que narran los Evangelios. Ese “querer ver más” daría como resultado la
integración del espacio relacionado con la realidad cotidiana; esto planteaba a
la pintura la necesidad de crear nuevos modelos visuales que se expresaron en
diferentes formas iconográficas y combinaciones de motivos.
Si centramos la atención al período en torno al año 1300 y al siglo XIV podemos
recordar algunas de las diferencias que existen entre Italia y Europa del
norte, especialmente la de los llamados “primitivos flamencos”.
El problema central de la pintura del siglo XIII al
XV-la representación espacial de los objetos- fue abordado por los italianos,
con Giotto a la cabeza; y también por los franco-flamencos que trabajaron en
ésta nueva concepción de la pintura.
Tanto los italianos como los pintores de la escuela
flamenca, partían de la base de una representación espacial, pero la noción que
tenían del espacio es diferente. Mientras los trecentistas, y más tarde los
pintores del pre renacimiento, aspiraban a una representación plástica
homogénea, por lo que pretendían “fundir” en una unidad las distintas partes
del cuadro, los artistas del Norte yuxtaponían los diferentes elementos del
cuadro, como si el espacio representado se derivase de las partes colocadas una
al lado de las otras o una encima de las otras.
Comparar imágenes:
San Francisco en diálogo con el crucifijo San Dionisio entra en la ciudad de Paris
Giotto, Basílica San Francisco de Asís, c.1317, Ilustración,
París, Biblioteca
Fresco, c.1295.
Nacional.
Este modelo incluso es aplicable a algunos retablos de
Jan van Eyck.
Los trecentistas querían una representación adecuada a
la situación arquitectónica real, lo que significaba implicar al creyente en la
temática sagrada. Se trataba de la relación entre la representación y el
observador (como en el arte clásico). La
iglesia servía de marco -también desde el punto de vista simbólico- para la
representación religiosa. Probablemente sea éste el motivo por el que Giotto
“inventó” la identidad entre la superficie del muro y el primer plano del
espacio representado. De éste modo los creyentes podían “acceder” al espacio
representado; los personajes santos que actuaban en él resultaban “asequibles”.
En la Basílica superior de San Francisco de Asís se puso por primera vez a
prueba la posibilidad de ver la realidad exterior también en la representación.
Esto representó el total abandono del esquema bizantino, entonces dominante,
que pretendía sugerir la cercanía de la fe, pero que ilustraba al mismo tiempo
la inaccesibilidad de las personas santas.
Giotto y sus discípulos e incluso los discípulos de
Duccio (escuela de Siena), rompieron con el bizantinismo en todas sus
variantes. El naturalismo se impuso en Italia, llevando consecuentemente a una
nueva visión que, a través de los modelos matemáticos y los experimentos
ópticos, se desarrolló en la perspectiva central durante el siglo XV.
El método italiano desarrollado en el Quattrocento
conciliaría la observación empírica y la reflexión teórica, siendo el arte
sobre todo una creación intelectual.
La evolución de la pintura flamenca en el siglo XV
seguiría otro camino, dedicándole gran atención a los temas religiosos pero
acercándolos a la vida cotidiana, poniendo el acento en resaltar el sentido
personal y privado de la vida. Demostraron también su interés por lo humano
pero lo expresaron como todo lo real, de un modo íntimo.
Persiguieron
una solución nueva para representar lo sagrado, donde los sentimientos
religiosos y su contenido ocupan todavía el centro de su arte. En cambio
los florentinos perfeccionaron un
sistema de representación (belleza, armonía, proporción, perspectiva
científica) que no se subordinaba ya a valores religiosos cristianos.
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Notas y Bibliografía
(1) Burucúa, José Emilio; Gómez, Sergio, El Renacimiento, CEAL, 1976.
(2) Suarez, Luis, La
construcción de la cristiandad europea, Homo Legens, Barcelona, 2008.
(3) Kempis,Thomas, Solilloquium
animae. En Huizinga, el Otoño de la Edad Media, Madrid, Revista de
Occidente, 1965.
(4) Yarza, Joaquín, Rogier van der Weyden. En Revista Descubrir el Arte, Año II. Número
16. Arlanza Ediciones, Madrid, 2000.
Romano, Ruggiero y Tenenti, Alberto, Los fundamentos del mundo moderno, Edad
Media tardía, Renacimiento, Reforma, Madrid, Siglo XXI, 1972
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